Principios basicos

Los alfareros, estén donde estén, encuentran al alcance de su mano los elementos necesarios para realizar sus piezas: tierra, agua y fuego.
Toda la corteza terrestre tiene napas de tierra arcillosa que el hombre y la mujer de campo saben reconocer fácilmente. Por lo general a esa arcilla hay que agregarle otros elementos para evitar un encogimiento muy importante, y para ello se utiliza una materia inerte como el chamote (barro previamente cocido y molido) o arena dulce.
Para preparar una arcilla muy noble alcanza con mezclar en un tanque (que no sea de metal porque se oxida) un 50% de esa arcilla, un 25% de talco industrial y un 25% de chamote o arena. Se le agrega agua para disolver bien esos elementos y se revuelve con una paleta hasta lograr una pasta homogénea.
El ideal es dejar madurar esta pasta por lo menos un mes, revolvién­dola de vez en cuando. Para usarla dejamos decantar el barro y vamos sacando el agua del tanque hasta que nos queda la pasta pronta en el fondo. Esa mezcla, que todavía estará muy húmeda, la colocamos sobre una tela (del tipo de la arpillera) al sol.
Cuando al tocarla ya no se nos pega en las manos podemos proceder a guardarla en bolsas de nylon y así conservarla todo el tiempo que queramos. Para comenzar a levantar una pieza lo primero que debe­mos hacer es amasar el barro. Esto se hace por dos razones: una es que todo el pan de barro debe tener el mismo grado de humedad, no podemos encontrar partes duras o secas y partes blandas; por otra parte, debemos estar seguros de que no tiene en su interior burbujas de aire, ya que ellas harían que la pieza al ser horneada explotara.
El barro se amasa como si fuera pan, sobre una mesa firme, sobre papel de diario para que no se pegue. Luego lo cortamos con un cuchillo para verificar que no aparezcan burbujas de aire, si las hay es porque todavía no está pronto y debemos seguir amasando.
Para modelar una pieza hay varios métodos pero a un principiante le recomendamos dos.
El más sencillo (usado por las culturas americanas primitivas) es el de los rollos o chorizos. Trabajando sobre papel de diario hacemos rodar un chorizo de barro hasta que lo dejamos de un centímetro de diámetro. Con él hacemos una espiral y así formamos un disco del tamaño que nosotros deseamos para la base del cacharro.
Lo alisamos con un cuchillo de ambos lados y luego comenzamos a colocar más rollos sobre el contorno de esta base hasta lograr la al­tura deseada. Cada vuelta que damos la unimos a la inmediatamente inferior con barbotina (la misma pasta que estamos usando pero con más agua).
Al igual que hicimos con la base lo alisamos con un cuchillo o esteca de madera. Si los anillos que vamos colocando tienen todos el mismo diámetro la pieza que logrará será cilíndrica pero si los diámetros van en aumento formaremos un cono invertido. Si por el contrario el diámetro interior de la pieza diminuye la iremos cerrando o afinando.
El otro método recomendable para un principiante es el de las plan­chas o láminas.
Siempre sobre papel de diario, que iremos cambiando a medida que se humedece, colocamos nuestro pan de barro y a ambos lados del mismo ponemos dos varillas de 1 cm altura, lo estiramos con un pa­lote de madera hasta que éste corra por las varillas. Así lograremos láminas de barro de un grosor parejo de 1 cm. Pasamos un cuchillo húmedo por la superficie de la lámina haciendo presión hacia abajo y si aparecen como globitos en el barro son porque todavía tiene aire, los pinchamos con el cuchillo y volvemos a alisar.
Al recortar las láminas con la forma que queremos podemos realizar cualquier pieza deseada. Luego de terminada la pieza, debemos dejarla secar al aire libre. No recomendamos apurar el secado porque puede rajarse.
Una vez seca procedemos a perfeccionar la forma con papel de lija o con una esponja húmeda.
Existen infinidad de formas para decorar una pieza de cerámica, pero como en este artículo lo que deseamos es dar una idea básica, que se pueda realizar con facilidad ya sea en el campo o en lugares alejados de los centros de estudio de cerámica, hoy recomendaremos el bruñido. Para hacerlo debemos trabajar con la pieza un poco húmeda aún.
Con una piedra bien pulida o con el dorso de una cucharita frotamos la superficie de la pieza en forma circular tratando de que quede absolutamente toda frotada, no pueden quedar espacios sin bruñir porque luego de horneada quedarán opacos.
Si a la pieza le falta humedad podemos, antes de bruñir, pincelarla con agua. Con este sistema lograremos impermeabilizar la superficie y además obtendremos un brillo y una textura muy agradables.
Antes de hornearla, si se desea se pueden hacer tallados sobre la pieza con elementos punzantes.
Generalmente el problema más difícil de resolver para un principiante es el del horneado.
Existe un método muy económico y sencillo: el horno de aserrín.
En un tanque (puede usarse una lata de pintura de 20 o 30 litros) con una herramienta punzante hacemos orificios en la base y en la mitad inferior de los lados hasta más o menos el ecuador. Así lograremos las entradas de aire necesarias para la combustión. Colocamos la lata sobre unos ladrillos que oficiarán de patas y permitirán la ventilación por la base. Para la combustión utilizaremos aserrín bien seco. Si es de madera dura mejor porque así llegamos a temperaturas más altas. El aserrín puede mezclarse con viruta y en el campo hay artesanos que usan estiércol seco y desmenuzado. Cada elemento combustible da distintos resultados y es bueno que el ceramista experimente con varios diferentes.
En el fondo del tanque ponemos un colchón de aserrín, colocamos luego las piezas sin montar unas sobre otras porque pueden romperse, seguimos agregando aserrín hasta que queden las piezas absolutamente cubiertas y lleguemos casi a la superficie de la lata. Si apisonamos mucho el material es posible que logremos una mejor cocción pero se nos dificulta el encendido por lo tanto recomendamos agregar hojas secas o papel de diario que harán bolsones de aire y permitirán que no se nos apague.
Lo encendemos en la superficie con hojas secas o agregando algún combustible. Dejamos así que la capa superior se queme y luego de unos minutos colocamos dos varillas de metal atravesando la boca de la lata para que al colocar la tapa quede una rendija por donde entre el aire. Tapamos y dejamos así el horno, humeando hasta que queden únicamente cenizas. Este proceso puede durar alrededor de 20 horas, depende del material que usemos para la combustión.
Para retirar las piezas es mejor que las dejemos enfriar bien. Veremos que la superficie de los cacharros queda negra y brillante. La carbonación es la que da el color negro y variará según el material que usamos. Cuando hay llama ese lugar de la pieza quedará más claro.
Una vez terminada la cocción puede encerar las piezas con cera en pasta incolora y luego cepillarlas. Quedan muy suaves al tacto y muy brillantes.
Si la temperatura que alcanzamos no es muy elevada las piezas no serán impermeables por lo tanto es mejor usarlas para la decoración y no para contener agua.

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